A veces, también soy muy poco benévola.
Sé qué hemisferio besar en el cortejo de la palabra,
para sublimar, en sus adentros,
la psique de quien a mi mente se antepone.
Me busca, y solo cavo fosas, misterios sacros;
y verdades que comulgan con dobles fronteras.
Hay lírica: oferto transgresión y demando al puritano;
de ahí que todas las obsesiones me pertenezcan.
Se subordinan ante mí; almas estrelladas y neptunianas,
y no hay deseo escéptico que ampare a su sombra.
Todas sus muertes acontecen de mi persuasión,
que es ruin, disruptiva, pero nunca olvidada.
Hay un monstruo en cada humanidad;
el mío bien se conoce, y bien confunde.
Puedo embelesar y ensalzar tanto a su inconsciente,
que, lejos de visualizar esto como una tentativa al peligro,
lo leerá, más bien, desde un erotismo cognitivo
y la destreza poética que se ensambla con el deseo primal.
Cesa la oratoria de su sombra, cuando me pertenece su idioma.
Cuando se ensalzan sus demonios, en el cielo que los exilia.
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