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Un mar sin nombre

Enzo

Aug 30, 2024

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Un mar sin nombre
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Odio los negocios. Apenas titilan mis ojos, recojo las sábanas desparramadas, me abrazo a mí misma como acto reflejo de resistirme al frío, me quisiera ensordecer con tal de que no me abrume el fuerte zumbido de mis padres hablando de sus cosas de grandes, como ocurre todas las mañanas. Pasaron pocos segundos de la alarma, pero ya tocan la puerta de mi habitación.


—Gina a levantarse, sino llegaras tarde —Exclamó mamá, siendo interrumpida por la voz de mi terco padre que continúa insistiendo con los asuntos del negocio familiar.


Luego de desayunar descendimos las escaleras con mamá, pasando por nuestra hermosa y elegante muebleria. Amo las decoraciones, pero odio los negocios. Todo el tiempo intentan convencerme de heredarlo, dedicarle mi vida a este negocio, quizás cualquier persona pensaría que tengo el camino fácil y solo es cuestión de enderezarme en una dirección, sin ser corrompida por otras corrientes que desembocan en aguas profundas, peligrosas y desconocidas. A diferencia de ellos, a mí me agradan esas aguas, mi piel se estremece de la emoción.


Despedí a mi mamá y subí, recuerdo que la primera vez sentí como si navegara  en un remolino, donde ningún lugar es seguro y podría partirse el barco al medio en un instante. Nada de eso es real, no hay ni Escila ni Leviatán, y si los hubiera tarde o temprano me amigaría de ellos, es parte de sumergirse en lo desconocido. Pude ver la orilla de un extraño lugar, desembarcaron personas de distintos mares, encauzados hacía estas ruinas que bien podrían ser la ciudad de Atlantis. Nos desplazamos por la  gélida superficie, cada paso conllevaba cierto letargo, grandes bloques de hielo fueron obstáculos en nuestro recorrido, aún así pudimos avanzar. Si bien soy muy sensible al frío, podía soportarlo fácilmente con solo mi ligero abrigo de tela, la repentina lluvia me dio escalofríos, pero era hermosa. Como si fueran fuegos artificiales, esas piedras diminutas aterrizaban justo a nuestros pies, fui capaz de ver todo el gran Neptuno reflejado en estos diamantes, mi corazón se agitaba cada vez más. “Mamá y Papá venderían preciosos muebles con todo esto” pensé, sin embargo cuando quise recoger algunas piedras todo había desaparecido, incluso las bajas temperaturas. 


De golpe me sentí muy acalorada y caí por efecto de un temblor que crecía a cada pisada, así es, había algo monstruoso que se acercaba en dirección a nosotros. Instintivamente mis pies dispararon en la dirección contraría, un mundo prehistórico se abrió ante mis ojos, pude conocer criaturas increíbles y al mismo tiempo muy temibles. Un gran mar yacía a unos cuantos metros, es la única salida. Sin dudar salté hacía esas aguas desconocidas, como siempre lo hago, al sumergirme todo estaba oscuro, mis oídos tapados, una sensación de paz recorría mi cuerpo, solamente yo y yo. ¿Cómo se llama este mar? ¿Por qué nunca antes lo había explorado? no estaba muy segura de nada, lo único era que quería quedarme allí para siempre. Poco a poco descendí más en lo profundo, hacía cualquier dirección que apunte no encontraba luz, seguí nadando y me fui familiarizando con este inmenso mar sin nombre, sentí una libertad como nunca antes, parecía que recordaba estas aguas de memoría como una preciosa sirena recorriendo su hogar, lo desconocido comenzó a volverse conocido. Similar a un mítico portal, buceando en lo más hondo, conseguí salir a una nueva superficie envuelta por un grisáceo cielo, una jaqueca no me permitía enfocar la mirada hacía el horizonte, mis piernas temblorosas no responden a mis movimientos dejándome caer de rodillas sobre la tierra, sí, ya no había más agua. Como una brújula que no señala ningún punto cardinal, ¿Dónde está mi futuro? quiero evitar las estancadas aguas de los negocios, pensar en ellos me produce náuseas, miedo, son una tijera que corta mis alas. Si ese es mi destino, yo prefiero ahogarme en aquel virtuoso mar. 


—¡Gina! ya es la hora de salida, ¿Te encuentras bien? —dijo esa mujer con preocupación—. No olvides la tarea para mañana.


Mientras personas como ella me impulsen y encaminen por un gigantesco mundo, por más que deba nadar contra corriente con olas que intentan derribarnos y maremotos que ejercen presión sobre nosotros, restringiendo las aguas dando ilusión de una amenaza, de todas maneras me sumergiré. El mar del conocimiento es lo que otorga un nombre y reclama uno para él, permite conocerse a sí mismo, porque Gina solo es Gina nadando allí, un mundo sin conocimiento es un mundo sin nombre.

Enzo

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