A veces creo que Peter Pan tenía razón
al negarse a crecer,
a quedarse en un mundo donde volar
es tan simple como un pensamiento feliz
y un toque de polvo de hadas.
Quiero despertar una mañana
y sentir que las alas de la niñez
aún viven en mi espalda,
soñar con sirenas y piratas,
olvidar el gris y pintar el mundo
con pinceles de tornasol.
Soy una niña perdida
que olvidó la magia escondida
en un abrazo,
en una taza de café,
en la risa que se escapa
sin aviso ni razón.
La segunda estrella a la derecha
me llama hasta el amanecer,
de regreso a la infancia,
de regreso a la imaginación.
Seamos niños otra vez,
al menos por un segundo,
olvidemos que crecer
es algo inevitable.
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