Leer con What Falling In Love Feels Like- Julius Pythoneus, Eoxinum.
Los destinos que transbordan por todo el mundo se basan de personas que eligen un espacio para compartir, de personas que abandonan por un instante la realidad para sumergirse en paraísos en medio de una neblina sin final. Yo elegí visitar tu ciudad, una ciudad pequeña que conservaba toda su esencia, las plantas verdes llenaban mi vista y las piedras acompañaban nuestro camino.
Tú invitación a esta aventura me pareció algo atrevida, no teníamos mucho de habernos conocido y ya sentía que teníamos pendiente muchos lugares por explorar. Yo amaba la rutina, el despertar cuando los rayos del sol cubrían todo mi cuarto y las alarmas sonaban más de tres veces, levantarme para arreglarme y desayunar a las prisas, así que ir a un valle de rocas me tomo por entera sorpresa, no me imaginaba despertar en medio del frío con alguien como tú, un hombre sincero, guapo y amable. Era cierto que mis expectativas no cedian a mi atracción contigo, tenía que ser precavida pues apenas y te conocía.
El viaje no duró mucho y todo el camino platicamos de nosotros, de nuestra infancia, nuestros amores fallidos y un poco más de nuestros sueños. Llegamos a un lugar mágico, solitario y romántico. No había nada más que disfrutará de la tranquilidad de una brisa pasajera, bajamos del coche y mi cuerpo empezó a temblar, notandolo me diste tu suéter, tratando de protegerme del frío tomaste mi mano y me diste un beso. Entonces empezaba a imaginar como terminaría está historia, quizás con un par de fotos en mi celular y un par de besos más. Era un lugar nuevo para mí, pero tú ya habías estado aquí, la misma rutina y el mismo final. Cómo ya era noche lo único que pudimos hacer fue recorrer el centro y ver todas las luces que adornaban las calles, siendo una completa experiencia visual. Llegamos a dormir para visitar todo lo demás por la mañana, cuando desperté te mire junto a la ventana, observas el patio enorme de tu cabaña y te sorprendiste de que ya hubiera despertado.
Me habías contado que lo interesante de venir aquí era el valle de rocas, había muchas historias entorno a ese misterioso lugar, donde podrías encontrabas duendes o hacer tratos con brujas. Yo me reía de tus intentos por asustarme y no te quedaba más que besarme hasta morder mis labios con intensidad marcada. Nos alistamos tan pronto desayunamos para recorrer con cautela tu lugar mágico, tu lugar especial en todo el mundo. Como todas las actividades las habías planeado tú, estabas más que listo para guiarme, vestirme y enamorarme.
Salimos y empezaba a maravillarme con cada rincón de tu ciudad, tomaba fotos a todas las vistas y capturaba tus sonrisas. Ni siquiera me extraño que no hubiese personas en el camino, todo era tan solitario. Decías que la mejor vista era hasta el cielo (el lugar más alto de aquel valle). Lo subimos y cuando estuvimos en el cielo, me rodeaste con los brazos, soltaste las palabras más dulces que cruzaron tu mente "quisiera conocerte más, me encanta quien eres". Nunca imaginé que eso realmente iba más allá de una atracción genuina, te mire a los ojos y con la nariz fría me acerque para abrazarte. Estando un par de minutos adheridos a un fuego que yacia de mí, me desmayé.
Despertaba con sogas recorriendo mis muñecas y cuerdas atandome todo el cuerpo. Apenas podía abrir los ojos, me encontraba en una cama adornada de flores lilas y caireles verdes que caigan hasta mí. Pronunciaba tu nombre con profundo esfuerzo por la resequedad de mi garganta
-- César, ¿eres tú?-- apenas y podía susurrar.
-- Tranquila, aquí estoy no te pasará nada -- me respondía una voz que ya conocía.
Mi cuerpo se tensaba y mi mente se frustraba por no recordar cómo había llegado hasta ese punto. El miedo se iba apoderando de mí, no era alguna ilusión era realidad que yo me encontraba atrapada. Te miré, me observabas con una delicada pasión, tocabas suavemente todo mi cuerpo como si fuera una obra sumamente importante y llorabas. No podía procesar todo lo que estaba pasando, suplicándote que dejaras irme tu respondías con firmeza
-- ¿Acaso no lo entiendes? Te lo he dicho ya, quisiera conocerte más -- mientras abrías con lentitud mis ropas y sumergias tus manos en mí.
Era cierto que me gustabas, que no tenía algún repudio hacia ti, pero la situación en la que me encontraba era demasiado para mí imaginación. Tenía un fuerte deseo por consumir una noche completa dentro de ti, pero mis fetiches no llegaban tan lejos. Asumí mi destino, refugiándome en la idea de estar en un juego peligrosamente prohibido.
-- Conóceme más, te doy permiso de continuar con todo esto -- decía con la voz entrecortada y los nervios de punta por todo mi exterior
Fue cuando lo entendí todo, había descifrado la manera en la que querías conocerme más, no a mí exactamente si no a mi cuerpo, sacaste un par de navajas y clavaste con minuciosidad las filosas puntas en mis largas piernas, las abrías y con ello la sangre se vertía en las rosas blancas que se encontraban bajo la cama. Seguías hiriendome con el piercing de tu lengua y llegabas a mi abdomen, marcando un corazón y abriéndolo para explorar mi interior. El dolor me consumía, el dolor agonizaba en mi mente, era insoportable seguir estando consciente, pero no había más. Así era tu rutina, no era la primera chica sufriendo tus delirios, había un asesino suelto por la ciudad y eras tú. Un asesino que te reemplazaba el corazón por una piedra de su valle, un asesino libre que no tiene piedad.

Karla Herrera
Me gusta navegar en mis emociones a través de las palabras, escribo por qué vivo y no hay nada que disfrute más que capturar todo en letras.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.

Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión