Sé que me parezco a Dios.
Lo pone en la Biblia
Palabras.
Leo ( ¡qué excéntrico!) que el nivel intelectual de la población mundial que había ido subiendo hasta los años noventa, va en descenso desde hace veinte años.
Se habla en el artículo de la pérdida de vocabulario y de que eso conlleva una peor estructuración del pensamiento, es decir, un razonamiento más pobre.
En mis pesimismos habituales este asunto podía andar implícito, pero leer (¡qué manía!) que es algo medido y comprobado, no hace sino acrecentar mi desesperanza en un buen mañana de la Humanidad.
No saber explicarse es tener un batiburrillo mental, sin complejidades argumentales y sustanciado al fin en simplezas y obviedades.
Así, triunfa el "Todos son iguales", "Por mis cojones", "Viva el Rey", "Gracias a Dios", "Las macrogranjas no existen"... y que no se sepa quien es M. Rajoy.
La pobreza es mayor de lo que se pensaba.
Hay gente con tecnologías punta en su bolsillo y en su casa y en su coche que, sin embargo, no sabrían escribir una carta de disculpa (uy), o, siendo que nadie pide disculpas y menos por escrito, pongamos un texto exigiendo sus derechos (¡Herejia!).
Creo que la población mundial escribe más que nunca, o dicta mensajes, pero entre el poco conocimiento, el escaso esmero, los textos predictivos y los auto correctores, lo que se acaba enviando carece de la más mínima calidad y muchas veces hasta de sentido. Criptogramas a veces para cuya resolución hay que consultar con un experto en lenguas muertas.
No se trata de que las personas mayores no se apañen con el móvil y que además no pudieron ir mucho a la escuela, se trata de personas que han tenido y tienen la opción de cultivar su intelecto, pero que deciden que eso "me importa un huevo".
Ya, ya me tomo la pastilla...
Entender al facha.
No hay un modo de contrarrestar su, digamos, evangelio, con argumentos razonados. Sencillamente porque no lo tienen.
Se mueven en lo inconcreto de cosas como la Patria, la tradición, la bandera, lo que debe ser, el enemigo que rompe la nación, la fe... y luego cogen cada día el fruto maduro de lo que sea que suceda.
Ejemplo: Pactar con Junts era malo hace unos meses, hoy ya es bueno.
Y da igual descubrirlos cada día en su hipocresía. Les importa nada.
No hay razón sensata en sus razones y la constante falacia argumental solo puede ser combatida con el desprecio de ignorarlos.
Lo malo es que sus voces son altas y constantes, y calan en muchas mentes, unas predispuestas y otras desprevenidas.
Y hay eco.
Y ella se dio cuenta de que necesitaba con urgencia una sonrisa.
La buscó entre la gente que la rodeaba. No la encontraba.
Por fin, sus labios esbozaron una. Esa era la que le faltaba.
Dos tazas.
Fuera por ser domingo a pesar suyo. ( Los días son lo que hemos decidido que sean). Fuera por la resaca. (A veces pasa). Fuera por cuestionarse el derecho a beber agua. (Así hay quien se las gasta). Fue como fue. Y no importaba.
Sonarían las campanas. Abrirían el Corte Inglés. Correrían por los parques quienes tuvieran ganas.
Allí está la Puerta del Sol.
Y yo en mi casa.
El perdedor.
¿Es la vida una competición?
En todos los deportes la mayoría pierden. Solo gana uno o unos pocos.
Entonces, ese perdedor del principio no es más que uno de tantos.
La vida siempre pierde frente a la muerte. El problema es sentirse derrotado a mitad de competición.
Eso pasa si la vida de los otros importa más que la de uno mismo. Y no es extraño que eso suceda y que uno, por respeto, por amor, por sentido de la responsabilidad, asuma una derrota con el fin de que otros no pierdan. (Ese jodido mal menor).
Y eso es muy triste.
Pero no debería ser definitivo.
Quizás la clave esté en salir a ganar sin pretender la derrota de nadie.
Pero es lo que tiene, ser a su semejanza.
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