Un inconsciente masoquismo.

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Vivir contra uno mismo.

Sentirse de derechas es un modo de estar en el mundo. Se puede ser de toda la vida o por una extraña reconversión vital.

Ser de derechas es una decisión irracional salvo que uno sea rico. Ser de derechas es no pensar en el bien común, en quienes más necesitan, en los débiles que el Capital procrea. Ser de derechas es cuidar con mimo el látigo que azota la propia espalda. Ser de derechas es fabricar el clavo que va a sujetarte a la cruz que para ti tiene preparada el Sistema. Ser de derechas es lamer la bota que te patea.

La gente de derechas (los no ricos), se sienten seguros porque están con los fuertes, porque desprecian a los desarrapados (los perroflautas), porque admiran a unos bien pagados vagos que acusan de vagos a los indigentes, a los parados, a quienes reciben una paupérrima ayuda del Estado.

Mis vecinos de derechas, lo son porque van a misa un par de días al año, porque les gusta tener perros encerrados y sacarlos de caza de vez en cuando como esclavos del amo, porque disfrutan viendo a un carnicero torturar y matar a un astado. ¡Y la patria! Bandera en ristre, se sienten superiores al inmigrante porque ellos, mis vecinos, no han tenido que huir de ninguna parte.

Son patriotas y se saben mejores que portugueses y afrancesados. Donde esté España y su gastronomía y sus playas y su sol...

Solo Dios pudo hacer tanta belleza.

Solo el diablo pudo darles tanta vileza.

Emulando a Confucio.

No puedes evitar que el pájaro del PP vuele sobre tu cabeza, pero sí que te cague encima.

Apostilla: Todos, del rey al barrendero, somos gilipollas en algún momento. La gilipollez humana es parte de la esencia de la especie -no digo que sea bueno, digo que es-; lo malo es el gilipollismo exagerado.

Ser gilipollas a tiempo completo no solo es nefasto para uno mismo, lo es para la sociedad entera: ahí entra de lleno el fachapobrismo enquistado.

Y se extiende como una plaga bíblica.