Me senté a observar tus dedos nerviosos danzantes alrededor de una copa.
Tus ojos esquivando los míos como si mirarme te quemara.
Creo que tu escudo nunca había sido tan notorio.
Como si hubieses elegido tener una doble capa de protección con tal de no mostrarte vulnerable.
No te duró mucho. Solo bastaron un par de palabras mías para atravesarla sin mucho esfuerzo.
Estiré un poco mi mano en señal para que apoyes la tuya e instantaneamente logré atravesarte.
Me choqué con algunas de tus lagrimas y verdades profundas muy bien escondidas.
Sentí que me senté frente a frente con tu peor parte y lo mejor de todo es que me gustó.
Nunca había visto tus ojos tan negros, nunca sentí que esa parte tuya era la que me hablaba.
Tu voz se agrababa, tu ser se nublaba y yo solo me sentía un navegante perdido en aguas desconocidas.
Aguas que terminaron por ahogarme al final de la noche.
Entre calores y deseos, dos almas en pena haciendo un eclipse de sentimientos.
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