mobile isologo
buscar...

Un Don Invisible

Galaxia

Abr 21, 2025

97
Un Don Invisible
Empieza a escribir gratis en quaderno

En el mundo donde nací, todos llegaban con un don, algunos pintaban con los dedos, logrando transmitir emociones mediante lienzos, otros podían hacerte reír hasta que olvidaras tus problemas o hacerte llorar hasta el cansancio.

Cada uno tenía un don especial, uno que nos hacía únicos.

Mi hermana, por ejemplo, ella cantaba.

Su voz parecía ser de un ángel, era tan perfecta como una tarde de verano, como esa puesta de sol teñida de tonos anaranjados o como la luna reflejándose sobre el mar. Aquellas emociones tan profundas, ella las proyectaba al cantar y cuando lo hacía, parecía que el mundo entero se detenía para escucharla.

Las personas lloraban sin entender por qué. Podías tener el día más feliz de tu vida, pero si ella cantaba una canción triste, querías correr a sus brazos y llorar como un niño sin explicación alguna.

Era como si a través de su voz podría llegar hasta lo profundo de tu corazón.

Yo la admiraba en silencio, me encantaba verla brillar, pero también me preguntaba: ¿Y yo? ¿Cuál es mi don? ¿Qué es lo que me hace única?

Durante años lo busqué, probé muchas cosas: dibujar, escribir poemas, hacer teatro, bailar, pero todo lo que hacía se sentía pequeño en comparación con lo que otros eran.

Yo no brillaba.

Y fue en ese entonces, entre búsqueda y silencio, cuando apareció ella.

Nuestro encuentro no fue de película, no hubo amor a primera vista, ni una canción de fondo.
Solo bastó una pantalla, una conexión a internet y una invitación a un grupo de un fandom para conocerle, lo que empezó como una conversación casual fue transformándose en algo más íntimo, más sincero y sin darme cuenta, comenzó a significar todo.

Ella vivía lejos, muy lejos en realidad, pero sus palabras se sentían tan cercanas, tenían esa calidez que atraviesa cualquier distancia, ese efecto que te hace sentir acompañada incluso cuando estás sola en tu habitación.

Ambas éramos dos jóvenes descubriendo el amor, dos almas ingenuas que se arrojaban al abismo de lo desconocido con la esperanza de volar.

Nos llamábamos a altas horas de la madrugada, compartíamos videollamadas como si fueran citas bajo un cielo imaginario y reíamos mientras jugábamos videojuegos.
El amor se fue asomando lentamente, como una brisa tibia antes de una tormenta. Y cuando finalmente lo sentí, no fue un golpe, sino un susurro: "Estas enamorada".

Un temblor en mi voz al decir por primera vez: "Te quiero", un nudo en el pecho al no escuchar su respuesta y segundos después, el corazón danzando de alegría cuando ella respondió con el mismo sentimiento.

Ella tenía el don de dibujar, pero para mí, su verdadero don era calmar. Era como una lluvia suave después de un día muy caluroso, su voz era un refugio y su presencia tenía el poder de silenciar mis miedos.

Nos prometíamos cosas que suenan grandes cuando tienes dieciséis, dos adolescentes enfrentando el mundo con las únicas herramientas que conocían: el amor y la ilusión.

Pero después de la calma, viene la tormenta.

Y así fue.

Para algunos, seis meses no son nada, pero para mí, fueron un universo entero, fueron la exploración de una parte de mí que ni siquiera sabía que existía, el descubrimiento de un rincón oculto del alma que solo se revela cuando el amor duele por primera vez. Fue el aprendizaje de cómo se llora por amor, no por rabia, no por miedo, sino por esa entrega ciega que solo se da una vez, meter la mano al fuego aún sabiendo que podrías quemarte, pero a fin de cuentas lo haces.

Ese fue mi primer adiós.

Aprendí a ser productiva mientras dolía, a sonreír con los ojos húmedos, a caminar con el alma tambaleante, como un fantasma errante, comprendí que el amor no siempre construye, a veces también rompe y que hay rupturas que no se ven, pero se sienten en cada respiro, en cada paso, en cada noche mirando el techo pensando en cada promesa faltante.

Quizá el primer adiós no sea el más largo, ni el más dramático, pero sí es el que deja una grieta que el tiempo no repara, solo enseña a convivir con ella, es ese adiós que te enseña a sobrevivir con el corazón roto.

Con mi segundo amor fue donde mi don empezó a hacerse notar, él no era bueno, pero tampoco era malo, era simplemente esa tormenta que llega sin avisar y de la que uno se enamora porque baila contigo bajo la lluvia aunque no te ofrezca un paraguas.

Compartíamos miradas cómplices, sonrisas que delataban lo felices que éramos, nos peleábamos como si esa fuera nuestra manera de gritar "me gustas", jugábamos a empujarnos como si eso pudiera contener las ganas de abrazarnos y nos mirábamos con un amor tímido pero apasionado, uno que ambos sentíamos pero que ninguno se atrevía a nombrar.

Y cuando por fin me armé de valor, cuando reuní cada fragmento de coraje y lo llevé hasta la orilla de su presencia, lo dije, ese día no llevaba nada más que aquella armadura hecha de valentía, pensaba que todo sería tan fácil y sencillo, que ahora podríamos ponerle una etiqueta a eso que sentiamos. Pero sus palabras, su mirada incómoda, y esos labios que tantas veces soñé besar, me devolvieron una verdad cruda, silenciosa e irreversible.

Él me miraba con amor,
Pero uno que yo había inventado.

Yo era la "amiga", esa palabra que suena a ternura pero encierra una jaula, aquella etiqueta donde se guarda el cariño sin compromiso, donde el corazón aprende a esperar sin promesa alguna. Aun así, me quedé, porque dentro de mí había una terca esperanza, la idea de que si alguien iba a ver mi don, si alguien iba a descubrir la magia escondida en mí... sería él.

Pensé ingenuamente que después de eso me miraría distinto y quizá lo hizo, porque su trato cambió: el contacto físico se volvió constante, las miradas eran más largas, más profundas. Incluso cuando yo intentaba mirar hacia otro lado... él siempre estaba ahí.

Y yo, otra vez en el campo de batalla, volví a vestirme con valentía, pensaba que esta vez sería distinto y confesé de nuevo: "me gustas", esta vez su incomodidad no apareció. Solo sonrió.
esa sonrisa suya que siempre quise conservar entre mis manos, la que quería proteger a toda costa, pero sus palabras fueron las mismas de hace un año, como cuchillos afilados cortando mi armadura, como una lluvia helada entrando por las grietas de mi armadura y deshaciéndola por completo.

Esa armadura ya no resistía más. No importaba cuántas veces intentara pegarla, se caía a pedazos cada vez que él decía que no.

Así que decidí protegerme con otra cosa, mi armadura de valentía empezaba a deshacerse, pensaba que si la cubría con algo nuevo, podría conservar al menos lo que quedaba de mí y lo hice: compré miedo y compré desconfianza.

El miedo era resistente, estaba hecho de recuerdos, de intentos fallidos, de "no" disfrazados de sonrisas, de "tal vez" que nunca llegaron y la desconfianza fue necesaria para no volver a creer en lo dicho y no dicho.

Ahora el miedo me acompañaba y la desconfianza le seguía, procurando que la historia no se volviera a repetir, no tenía puesta mi armadura cuando él llegó, no llegó con promesas, llegó con bromas y con esa sonrisa medio rota que se esconde entre frases para no pesar, llegó de sorpresa, quizá de pasada únicamente pero llegó para dejar su huella en mi alma.

Me hablaba como si el tiempo no pasara, como si su historia solo pudiese ser contada conmigo, él se abría y yo lo escuchaba, me reía y él se quedaba, me contaba que no quería compromisos, que era un alma libre y le gustaba serlo, pero cada noche me contaba algo más, como si su libertad solo tuviera sentido si podía compartirla conmigo.

Me quité mi armadura y le mostré mi hogar, al conocer su alma pensaba que no corría ningun peligro y lo dejé entrar, lo dejé conocerme.

Entre risas, me lanzaba guiños que sonaban a cariño, con cada palabra algo en mi pecho se acomodaba, como una flor que decide florecer sin saber si es primavera,.

Y caí, caí por que su voz era suave, por que sus silencios me dejaban espacio para soñar y por que sus palabras me hacían sentir especial.

Caí sin saber si tenía un suelo al cual aterrizar o si la caída sería mortal.

Me puse mi armadura de nuevo, usando lo que había comprado, por que aunque él no lo decía, yo lo sabía.

Su mundo era grande y yo solo ocupaba una esquina que él visitaba con afecto pero sin quedarse a vivir.

Intenté pensar que era su ego, quizá solo quería saber si yo podría caer, quizá solo necesitaba mi atención para sentirse algo más, porque después de todo fui yo quien recalcó la amistad que tenían y quizá eso tocó algo en él, quizá su ego le gritó: "Haz que te vea diferente"

Y lo logró.

Como siempre quise creer que había algo más detrás de aquellos coqueteos en broma, que la forma en la que me hablaba, era un puente y no una cuerda floja.

Y me volví a ver, otra vez.

Parada en la orilla de un amor que quizá no existía, esperando una señal que dijera: eres tú, pero solo recibía miradas entrelíneas, bromas suaves y silencios que decían más que cualquier declaración.

Mi armadura empezó a actuar, el miedo actúo esta vez, ¿y si es lo mismo que mi segundo amor?, de nuevo mi armadura me hizo creer que quizá esto era una nueva versión del mismo guion.

Y me dolía pensar que quizá no le gustaba yo, quizá lo que amaba era lo que podía ofrecerle, las risas que yo le regalaba, las conversaciones donde él podía ser él sin tener que amar a cambio.

Y fue ahí donde lo comprendí.

Mi don no era cantar como mi hermana, ni pintar como otros, ni hacer reír o llorar con solo una palabra. Mi don no era algo que pudiera verse desde fuera.

Mi don era sentir.

Sentir tan profundamente que podía abrazar el alma de otros sin tocarlos, escuchar sus palabras aunque no las dijeran, sostenerles el mundo aunque no me lo pidieran. Sentir hasta quebrarme, hasta reconstruirme, sentir hasta descubrir que mi valor no dependía de si alguien se quedaba o no.

Mi don era amar sin medida, incluso cuando dolía, incluso cuando no era correspondido, era ver belleza donde otros solo veían rutina, era escribir todo esto y entender que cada caída no fue una derrota, si no una esperanza de que todavía hay amor esperándome, en algún rincón del mundo.


y quizá alguien pronto vea mi don.


Galaxia

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión