Este verano está siendo el más tormentoso de mi vida en esta ciudad. Todos me dicen que una tormenta es lo más normal del mundo, que no exagere. Eso me hizo dar cuenta que mi mente nunca tuvo paz, desde chica soy una dramática fatalista. Me recuerdo en mi infancia rezando en la almohada para que la tormenta pare sin dejar debacle. Siempre me dieron miedo. Sus truenos fuertes y abrumadores me hacen sentir como si estuviera en medio de una guerra. Eso me hace angustiar el doble. El ser humano puede ser horrendo, pero también manipulable y predecible. Pienso que no hay nada más poderoso que la naturaleza.
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