Un arroyo rítmico accidental

Como un trino aún resuena en mis oídos tintineante, la lejanía de su voz en mi lengua seca. Montañas de sal se apilan sobre mis mejillas desde que descubrí que la amo. Con las manos en la arcilla fui creando la capilla en la cual ocultaría dentro de su más grande altillo el temblor que de ese rayo de su último suspiro provocó de mi zafiro un resquebrajo contundente.

Poco a poco y con el tiempo, contra marea y el viento, fui juntando los pedazos arrancados de sus brazos por la fuerza manifiesta de su bruta fuerza diestra.

Cuando intento poner la mente en blanco y escribir algo coherente, sólo brota de mi fuente un palabrerío rítmico salvaje y con sed de papel. ¿Cómo puedo deshacerme, mientras ella encima duerme, de este espíritu poeta, que me agarra y me posee como un ánima que cree que una acción discreta ha logrado al elegirme? Ya empecé y ahora no sé cómo detenerlo para volver a los inicios. Me surgió como este "vicio" que a la larga interrumpe mi descarga, de forma tan natural que no me deja pasarlo mal.

Y así es como un escrito que comenzó siendo, o intentando ser, un cierre melodramático para mi herida, terminó como el discurso de un payaso cuyo pulso no va al caso y con esto me despido, buenas noches, bienvenido.