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No hubo despedida, solo un instante gΓ©lido de silencio, un parΓ©ntesis sin fin donde todo se quebrΓ³ sin estruendo. Nos convertimos en sombras que se desvanecieron en direcciones opuestas, sin mirarse, sin saber si algΓΊn dΓ­a volverΓ­an a encontrarse en los pasillos del espacio y el tiempo.

AnsiΓ© sujetarle, sostenerle hasta que el mundo se desplomara a nuestro alrededor, pero fui piedra y fui niebla. Mi carne temblΓ³ con el deseo de abrazarle una ultima vez, de hundirme en el calor de su existencia antes de que el frΓ­o nos envolviera. Quise hablarle, quise romper el silencio con un ΓΊltimo susurro, quise decirle todo aquello que antes callaba. Pero las palabras, como espectros asustados, nuevamente huyeron de mi lengua antes de poder pronucialas.

Ahora, cada noche me acecha la silueta de lo que fuimos, atrapada en los mΓ‘rgenes de mi memoria. la busco en los reflejos distorsionados de los espejos, en la brisa que roza mi piel como un susurro perdido en el abismo. Pero solo encuentro el eco de una ausencia que se ha vuelto mΓ‘s real que cualquier presencia.

Nos dijimos adiΓ³s sin pronunciarlo, y esa condena me perseguirΓ‘ mΓ‘s allΓ‘ de la muerte.

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