Y solo Dios sabe cuánto deseé que todo esto fuera una simple anécdota de nuestro peor declive. Pero es como querer volver a conectar con el encantador sueño del que te despertaste a la madrugada, aquel al que le suplicaste a tu inconsciente regresar tan solo por unos minutos más. Pero es imposible volver a reconectar, por lo que queda salir de la fantasía y despertar en la cruda realidad. Ahora simplemente miro con dejos de confusión toda esta escena donde desconozco el lugar, porque ya no queda absolutamente nada. Aires de tristeza y enojo, como mirar las pinturas de las peores guerras humanas o las imágenes de las catástrofes naturales. Pero si antes de conocernos no éramos algo, ¿por qué ahora que no haya nada duele tanto?
En fin, la resignación le ganó a la adoración. Y no importaron los tratados de paz, ni las banderas blancas izadas porque siempre estabas a la merced del combate. Y no me percibo como santa de devoción, pero es tu eterna y artificial diplomacia la que me hace desconfiar de tu verdadero sentir porque inclusive en mis fatales falencias pudiste ver la transparencia de mi querer. ¿Es que mi naturalidad es el motivo de mi propia condena? Supongo que el amor pesa menos que la lógica en la balanza de tu juicio final. La entrega de mi constante empatía fue en vano, porque lo único que recibí fue un corazón torturado y la nueva reputación de bandida criminal y fugitiva. Mis desaciertos admitidos aparecen en primera plana, y los tuyos ni siquiera aparecen en la letra pequeña al final de la página. Actuas como si nuestra habitación estuviera repleta de tu prensa pagada. Heredero del arte de inmiscuirse y huir hábilmente como los zorros, camaleón humanizado que se tiñe de sentimientos momentáneos a su conveniencia con la convicción de una hiena hambrienta.
Los reiterados dictámenes y veredictos me llevaron a que te sentencie con mi letra inglesa en tinta negra. Me harté de los vaivenes entre lo duradero y lo pasajero. Así que finalmente le entregué a las brasas y llamaradas los últimos fragmentos que me quedaban, porque la historia ya ni siquiera era mía.
Pampa Gallagher
if guys don’t want me to write bad poems about them, then… they shouldn’t do bad things!
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