Tuve que decirte adiós

Todo estaba planeado. La comida pagada, las flores encargadas y las invitaciones enviadas. Mi familia y la tuya no podían esperar, todos estaban muy felices por el gran paso que estábamos por dar.

Todo estaba planeado. Dónde íbamos a vivir, a que nos íbamos a dedicar y como nuestros hijos se iban a llamar. Armamos un plan de vida que parecía perfecto. Pero lo ideal jamás es real y los planes son tan solo eso, ideas que no siempre se pueden concretar.

Tendría que poder odiarte, pero arruinaste todo de una manera perfecta. Me dijiste que no me querías hacer sufrir, pero me apuñalaste con que no podías seguir con esto nunca más. Me consolaste, aunque no era lo que te correspondía y me diste ese último beso que terminó con nosotros para siempre.

Un minuto fue lo que le llevó al universo cambiar mi vida completamente.

Ahora deberíamos estar en esas vacaciones en Europa, tomando sol en playas italianas y riéndonos de mi muy mal manejo de los idiomas. Ahora estoy en lo de mi hermana llorando hasta mas no poder. Lágrimas de tristeza, bronca y culpa. Porque más allá de todo éramos mejores amigos, pero aun así no fuiste capaz de decirme como te sentías.

Porque te aseguro que, si hubiera sabido, hubiera hecho lo posible por ayudarte a seguir acá conmigo. No para que nos casemos ni para adoptar ese pekinés que siempre quisiste, sino para que sigas acá cuidándome desde lejos.

Por qué sé que ahora mismo estas ahí cuidando de todos nosotros desde lejos: de tu mamá que no quiere levantarse de la cama, de tu hermano que se le quiebra la voz cada vez que tiene que explicarle a Tomi a donde se fue el tío o de mis viejos que te querían como uno más de la familia.

Siempre me prometiste que ibas a ser mi ángel guardián, por más que yo me rehusaba a creer en esas cosas, pero jamás pensé que sería así. Que no me hubieras permitido amarte y acompañarte el resto de tu vida lo podía soportar, pero que no le hayas permitido esto a todo el mundo es algo que me destrozó completamente.

Porque eras una persona completamente increíble, que todos debían conocer y admirar. Desde el minuto que te conocí hasta ese último beso jamás dejaste de enseñarme a mejorar.

Y es hasta el día de hoy que no puedo comprender por qué lo hiciste, porque te rendiste sin luchar.