tus problemas morales

a veces envidio a tu madre, por haber tenido el poder de calmar tu llanto agitado y escuchar tu primera palabra. la envidio por haberte ayudado a sostener el lápiz y los cubiertos, por haber aplaudido tus primeros pasos.

quisiera contarte una fábula y que no dudes de su veracidad, verte jugar en la plaza del barrio, acariciar a tu mascota favorita, escuchar todas tus risas: desde el jijeo más tierno hasta la carcajada desafinada. todas.

me gusta imaginar que, si hubiéramos sido niños, habríamos sido amigos. o al menos habríamos jugado juntos en los cumpleaños de los vecinos, saltado en la cama elástica, compartido las golosinas de las piñatas. como ahora, que compartimos los dulces de nuestras sombras.

a ese diente de león le pido saber cuáles eran tus problemas morales en aquel entonces (aunque sospecho que los mismos de ahora), poder medir tu pureza con un termómetro de terciopelo y descubrir que sigue intacta.

quisiera haber sido yo la primera en contarte qué es la poesía, como lo hicieron mis padres conmigo. tal vez así nos entenderíamos mejor. el lenguaje sería un puente firme, y no habría "peros" ni "quizás". podría ser tuya, sin más.

quisiera saber por qué te convertiste en lo que sos ahora, cuántas relaciones te costó, cuánto miedo tuviste que ignorar, cuántos besos lograron curar los raspones en tus rodillas. si los míos podrían…

supongo que creías fervientemente en la magia, tanto que la magia eligió creer en vos. por eso te miro siempre que puedo, para recordar que es real. mientras existas en mi mirada, ella tampoco dejará de existir para mí. a fin de cuentas, vos sos el conjuro y yo la hechizada que espera que la magia decida creer en lo nuestro.