Y aquí refugiado en mi soledad, pienso en ella. No me pidas que la olvide, que deje de amarla porque se ha ido. La distancia no impide que mi amor sucumba.
Por siglos los amantes se adoran y se pierden en el mar del bello prodigio, en sus almas.
Dicen que nada es eterno, sólo Dios. Y si Él me lo permite, seguiré amándola con cada latido del corazón, abrazando su recuerdo de amor. Que la vida me perdone, si creo, me fue arrebatada sin piedad.
Solo imploro que un día, el hacedor de la vida, me conceda reunirme de nuevo con ella. Y así no habrá más abismos que interfieran en mi completa felicidad.

La Obsesión de Cavilar
Este es un camino que conduce al corazón, donde se guardan las memorias que salen a flote. La magia de las palabras convertidas en pensamiento. La voz de lo que se ha callado.
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