Prometí que no te volvería a querer, porque me dañaste y un lío en mi mente creaste.
Cada día intentaba no acariciarte con la mirada, para así no quedar embrujada.
Creo que al principio era difícil,
pero ahora tus palabras no me cambian,
tus abrazos ya no duelen,
y tu presencia ya no me llama.
De todos modos, en recuerdos etéreos del pasado mi corazón se inunda.
En esos momentos, el eco de las canciones aún susurra tu nombre,
el verde me obliga a pensar en ti,
el invierno trae consigo el sonido de tu risa
y tu apellido se entrelaza con el mío,
como vos lo solías hacer con anhelo bajo suspiros en esos días que se sentían vacíos.
Prometí que no te volvería a querer,
y no lo hago.
Sin embargo, las pequeñas cosas que alguna vez fueron nuestras,
de alguna forma siguen siendo mías por más de haber dicho un millón de veces que no las quería.
Me pregunto entonces ¿cuándo dejará tu nombre de ser tuyo para mí?
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