—¿Alguna vez lo viste?—
No recuerdo cuándo fue.
El espejo siempre me hablaba en códigos que no entiendo,
como el eco de un grito que no hice,
un silencio que se escapa por las rendijas.
La piel arde sin motivo,
un rastro rojo que no es mío,
o tal vez lo fue desde el inicio,
desde que las sombras se enredaron en las sábanas,
y yo, me busqué en lugares que no existen.
Una niña corría, ¿era yo?
Quizás no. Ella llevaba algo en la mejilla,
una mancha, una señal de algo perdido,
y ahora, la siento ardiendo en mi cara.
Nunca pregunté por qué,
nunca quise entenderlo.
Es una respuesta que no cabe en las palabras,
pero allí estaba, entre las grietas,
en cada roce de lo que no fue.
—Te vi, lo sé—
Aunque no era yo,
aunque nunca fui.
La pregunta quedó colgada en el aire,
como una hoja que no cae.
¿Qué miras cuando no hay nada?
Donde sea que estés.
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