Acepté mi destino con las hienas
Veo en sus ojos el cansancio eterno
Cansancio veo en sus ojos.
Como la niebla fría de invierno
Como acoplándose al destino
Al destino con las hienas.
Sin cobija y sin zapatos
Pero contestando con un sí determinado
Porque ajena no se siente
Si no; desesperada.
Como ahogarse en mar de tal veces
Con poesía barata
Rogando entendimiento a animales mutuos
Que la ven como carnada.
El mar se ha hecho espacio
La luna su pincel
Las estrellas no la entienden
Mercurio lo trató de hacer.
Mucho caso no le hicieron
Cuando trató de hacerla ver
Pues al planeta más pequeño
No le han de creer.
A arrastras volvió a la tierra
Encadenada de uno de sus pies
Con destino hacia las hienas
Que tonta la hicieron ver.
Lloró al escucharlas reír
Y frío volvió a sentir.
Desnuda ahora estaba, estúpidamente asustada
Su cuerpo la avergonzaba.
La vida la abandonó
Completamente sola quedó.
El sol acunó su alma
El cielo de rojo se pintó.
Las hienas, ahora con zapatos
Admiraban su lienzo intacto
Sin arrepentimiento, con cero contacto
Reconociendo su acto, cuando yacía helada.
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