Cuando tus manos envuelven mi cuerpo como si buscaras una parte que perdiste y no volvés a soltar
me pongo a repasar mentalmente la lista de dudas que proyectás en mi cabeza,
pero cuando estoy lista para desentrañar el laberinto que me propuse al descifrarte
amortiguás todo
tan fácilmente
con un beso
haciendo a mi saliva bajar por tu lengua,
y decidís contarme que creés en la posibilidad de que
una parte tuya viva en mi,
y una parte mía viva en vos
(endogenéticamente hablando)
que creo en ese momento poder comprenderte.
Aún así, de alguna forma, se me escapa el detalle de pensarte como humano,
incluso un poco más que yo
y que tus deseos son tan profundos y tan pasionales como los míos
y aún más amenazados por tus miedos y la sombra de tus fracasos
y aún mas heridos que el orgullo que perdí cuando comencé a escribirte esto.
También se me olvida que tu cuerpo no está hecho de algodón
y cuando me tocas puedo contar cada segundo
desde que lo que parece una caricia se transforma en dos guantes astillados de navajas
desgarrándome los pechos y la espalda
y obligándome a olvidarme.
Me corrijo, tu amor no está hecho de algodón.
No puedo caer y deslizarme sobre el fácilmente con la seguridad
de salirme ilesa.
Repito los pasos hasta convencerme,
convencerme de que tu corazón es más sensible que el mío
que en el fondo necesitas esa misma calidez que me regalás por las noches,
que algún domingo me vas a recordar como la luna que se acerca al sol por las tardes con la delicadeza de una pluma que cae al suelo,
saludándolo con amargura, antes de perderlo por completo en el llano verde.
En algún momento yo voy a extrañar tus ojos posados sobre mí como dos esferas inamovibles,
haciéndome aparecer bella, vivaz y encantada
bajo los efectos del amor que hiciste nacer en mí.
Porque cuando te miro, aunque no te comprenda,
siento que todo gira alrededor tuyo;
todas las flores huelen a vos,
todas las bebidas dulces saben a tus labios,
y todas las noches creo poder encontrarte en la oscuridad de las sombras,
porque mi eje jamás mutó de lugar.
Entonces cada centímetro de mi piel escribe tu nombre en sus poros,
cada uña conserva aún el sudor de tu intimidad,
y todo se inscribe en un orden asegurado de las cosas que parecen derretirse
en mi perfecta y esperada caída libre.
Suspendida en el aire, estoy segura de que no quiero olvidarte.
Me obligo a no reprimir cada paso que me acercó a vos,
a no borrar los sentimientos que provocaste en este cuerpo,
ni las confidencias qué me otorgaste en la vulnerabilidad
ni cada uno de los motivos que me mostraste cuando decidí que valía la pena amarte.
No me queda mas que preservar esto poco que tengo de vos
a la espera de que algún día tu sangre llame a la mía,
tu voz pronuncie mi nombre
y mi castigo sea ser completamente tuya,
aunque sea en la fantasía,
aunque sea en el olvido,
y el algodón ya no penetre en mi piel como penetra tu tacto.
(Así te guardo con cuidado, en este poema, como guardo al algodón en mis cajones)
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