I.
cada noche tocan a mi puerta
las reminiscencias del tacto
vagos matices me tientan, despierta
adormecen titubeos del acto
de olvidar desvelos similares
más bien recordar el silencio
de los choques, los roces, los deslices
la vigilia del deseo
a la luz de un candil
solo pueden pasar un instante a visitarme
sombras de abril
a rememorarme la imperante
manía de las cálidas figuras
y el incesante movimiento
que cavila las locuras
de no permitirse relegar
entregar por un momento
ni un solo fragmento
de lo nuestro.
II.
estoy al otro lado del cuarto
y se me cruza indecentemente
sentido casi analogicamente
el aroma de tu piel;
y permitime el atrevimiento,
volvé a estirar las telas que te arropan
así puedo imaginarme el filo de mi lengua
atravesándote como un mapa.
III.
inesperada tu dulzura
sé saborearla en tu saliva
en tu lengua
en la entrega de tu mirada;
tan correcta se siente
tan cómoda se percibe
que hasta en ella dormiría
una siesta.
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