Tres de la mañana

Anoche soñé con tus hermanos. Nos llevabamos tan bien. Soñé que los encontraba en una exposición musical de un edificio espectacular del estado.

El salón estaba decorado con música y colores. Había muchas exposiciones de arte. Sabía que no iba a verte pero no me importaba tanto. Cuando la encontré a ella quería hablarle y no me salían las palabras. Estaba con un vestido rojo y mucho maquillaje. Todo se volvía triste, borroso y los cantos y bailes un tanto salvajes. Quería decirle que la quería, que me parecía una chica increible y fuerte. Que podíamos tomar café, nosotras. Que tenga un hermano de disimil condicion no nos condiciona un café. Era cómo si tuviera la boca sellada, cocida. No podía hablar no podían salir las palabras. Ella me miraba fijo y su mirada era de juicio y espera. La recuerdo con mucho maquillaje, los ojos de marcado desconcierto.

Viendo los espetáculos me pierdo entre escaleras casi móviles y borrosas. Termino en una terraza del lugar. En principio la vista me libera de la opresión del horizonte rodeado de gigantes de concreto. Cuando miré al precipicio solo sentí miedo cuando ví cinco hombres en moto que se aproximaban por una calle oscura. Supe que venían a buscarme. La terraza era muy alta. Pude gritar ayuda desde arriba, pero nadie escuchaba. Era tarde. Estaban reptando por las paredes para alcanzarme. Cuando pisaron el mismo techo en el que estaba yo, sentí una desesperación de no poder hacer nada para defenderme y como si me estuvieran golpeando en medio del vacío. Prefería arrojarme por el acantilado de concreto a que hicieran algo conmigo. Me acerqué al precipicio y ahí si sentí miedo. Una desesperación de perder el control me despertó de un golpe y taquicardia, pasadas las tres de la mañana.