Trastorno en la memoria

Del recuerdo espejado de tu paso por mi vida

aún mantengo vivo el eco de las risas

abrazo con calor sofocante tus cabellos coloridos escapándose en el verano

vuelvo sobre nuestros pasos por la ciudad

y nos encuentro nuevamente en las personas tiradas en el pasto, compartiendo miradas en un domingo lluvioso (en una ciudad llena de miradas vacías y lluvias insignificantes).

Revivo cada momento con ternura, con codicia, como si fueran a escapárseme de la memoria

de la sensibilidad, del recuento de traumas y deseos, de nuestra historia marcada por genéticas ajenas.

Hasta entonces el rencor no había golpeado mi frente,

y cuando lo hace: la metamorfosis,

me reconozco testigo de una memoria en la que se traza el abandono y la desidia como armas primordiales, aunque primitivas,

y en ellas el amor se esfuma para transformarse en un odio profundo, incoherente, irracional

que desdibuja los límites de tu rostro y lo transforman en un barro sucio e inmoldeable,

inadecuado e innerte para los propósitos de mi obra y mi vida.

No lo entiendo del todo, pero detesto mantener este sentimiento anclado al recuerdo.

Y te recuerdo como una traición, como una mano que me suelta en medio de la noche oscura, tétrica,

llena de turbiedad, de neblina, de pozos ciegos,

de rostros desconocidos preparados para prenderme en la hogera

de sustancias que ahogaron nuestras risas en medio de una nube de hipocresía.

Y el dolor de que estes presente en ese lugar, lleno de miedo y soledad,

segura -porque lo siento en los huesos- de que no te corresponde.

Si tuviera la oportunidad de re-conocerte

te arrastraría conmigo en este amor que aprendí a poseer y transmitir,

reviviría nuestra costumbre de retroalimentar nuestras mentes como dos computadoras eternamente conectadas,

y podría nuevamente hacerte parte de este ritual en base al que forjé mi vida.

Recurro a la automatización de extrañarte, como si nunca te hubieras ido, como si siguieras acá, siendo parte de mí,

aunque no lo sepas, aunque no lo quieras.

Espero que el mundo te encuentre un lugar tibio y brillante donde pueda guardar el corazón que nació de ese mismo sentimiento,

de ese fuego que prendió tu motor y nunca permitió que se apague (algo así como Calcifer).

Y espero algun día ser parte del ardor que lo mantiene vivo,

aunque sea en el final,

aunque sea en su último trayecto,

aunque fuera en el recuerdo de lo que pudo ser.