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Tóxico cordón umbilical | 22.04.2025

May 26, 2025

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Desde que tengo memoria, un sentimiento de tristeza y vacío existencial me ha habitado. Como una sombra silenciosa, se filtraba en mi rutina, en mi cuerpo, en mi vida entera. Cuando esos episodios me alcanzaban, me volví oscura, expulsiva, melancólica. Todo se volvía gris y pesado. Era casi incapacitante.

Nunca supe por qué me pasaba. Me hacía mil preguntas, buscaba mil explicaciones… pero jamás lograba dar con el origen. ¿Qué lo detonaba? ¿De dónde venía esa necesidad tan profunda, tan inexplicable, de dejar de existir?

Hoy, 22 de abril de 2025, tuve una revelación.

Mi madre.
Su desprecio, su total y absurda falta de amor, su enojo crónico, su violencia pasiva y activa… Todo eso que ahora veo con claridad estuvo siempre ahí. Desde el inicio. No se trata de una mujer incapaz de amar en general; no. Ella es así conmigo. Solo conmigo.

Y he aquí la revelación:
¿Cómo iba a poder amarme, valorarme o siquiera querer vivir… si la mujer que me dio la vida me enseñó, desde el principio, a odiarme?

Me sembró la idea de que yo era un fracaso, un estorbo, una tristeza, una carga. Me hizo sentir inútil, indeseable, invisible. Imaginate mamar eso desde la panza. Treinta y cinco años respirando su desprecio como si fuera oxígeno.

¿Cómo no iba a tener una tristeza incontrolable, siempre al acecho?
Si la única persona de la que, instintivamente, buscamos amor… me ofreció lo contrario con una crueldad constante y brutal.

Hoy lo entendí. Esa información bajó, se instaló en mi conciencia como una pieza que al fin encaja. Y agradezco que haya sucedido. Porque ahora mi proceso tiene más luz. Más claridad.

Yo no soy lo que ella me dijo que era.
Ya no me identifico con sus palabras crueles.
Su desprecio no habla de mí. Habla de ella. De su propia herida. Y por eso, la compadezco.

Sí, siento pena por mi madre.
Y en ese lugar inmenso que tengo para entender al otro, elijo perdonarla.

La mejor manera de terminar con algo es dejar de alimentarlo.

Por eso, hoy decido cortar el lazo destructivo que me une a ella.
No quiero ser más su alimento.

Hoy, con calma y firmeza, corto el cordón umbilical con el que ella sigue nutriendo a su niña herida.

Y elijo vivir.

Sin Nombre

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