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Estoy tan acostumbrada al dolor

Que mi cuerpo lo reclama como si fuera suyo

El viento que rompe mis venas

Y atraviesa el halo con su niebla

Arruga la vista y ciega la sierra

Llega a mi puerta

Entra la tormenta

Te he visto desde hace tanto

Perseguiendo siempre mi rastro

El susurro de tu viento en mi cuello siento

Acechando la desnudez de mi abrazo

Craqueando todos mis trazos

De negro se viste mi retrato

Cuando la luz abandona este cuarto

El agua que moja y quema

Los rayos que encienden y quiebran

Mis manos se entierran en la hiedra

Caen gotas del cielo como esferas

Que atraviesan mis piernas ajenas

Quieres barrerme y firmar mi condena

Siempre la tormenta en mis fábulas encuentras

Adriana

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