Todo pudo ser diferente.

...

Y el caso es que...

Dices, consejero sacerdote, que me puedo permitir levantar una pirámide enorme, que sea mi mausoleo.

-Así es, mi Dios.

-Ya.

-¿Y tú crees que eso sería bueno?

-Eso garantizaría tu vida eterna, oh gran Ser.

-Ya. Me parece a mí que tenéis un cuajo...

-Mi Señor, son los designios divinos...

-Que sí, que sí. Traspón y no vuelvas.

-Escriba, apunta:

Por el presente edicto, decreto que sean buscados y encontrados los hombres y mujeres más sabios de todo el reino, que por toda esta tierra que gobernamos, se levanten escuelas, y que todos los niños, así como los no niños que lo deseen, reciban una esmerada educación. Que se enseñe medicina, matemáticas, astronomía, historia, agricultura, artes y oficios y todo lo que de un modo u otro y para el bien de las personas pueda resultar conveniente.

Así mismo decreto la prohibición eterna de construir pirámides y otras barbaridades similares a costa del trabajo, la salud y la vida del Pueblo.

Pido disculpas a las generaciones futuras de arqueólogos, ladrones de tumbas, comerciantes de antigüedades, agencias de viajes, hostelería y demás gremios y personas que se puedan ver afectadas. Ya sabrán en qué ocuparse.

Apostilla: Si hay para pirámides, es que hay para la gente.

Firmado, Keops.

...

¿Por qué no?