Es imposible verte y que mi corazón no se estremezca en un vaivén de latidos imparables e incontenibles. Mi respiración se torna extraña, se altera y no la puedo controlar; se independiza de mi tiranía de dominación para vivir en la patria de tus olores. El escalofrío no me deja responder, quedo atónito, falla mi vida y mi mente. “¿Qué me sucede?”, no más puedo pensar eso, mientras el pasmo interminable parece querer quedarse a vivir conmigo, pues se enamoró de quién solo podrá admirar desde la lejanía, el silencio, la lúgubre expectativa.
¿Qué puedo hacer? No quiero dejar de mirarte. Estoy viendo lo más precioso de la existencia misma; descubro en ti las palabras de Dios, su gloria y su amor. Descubro que la belleza no depende de cada quién, pues quien afirme eso nunca te habrá visto. Y mejor que siga así, que sigan en una mentira mientras gozo del lujo de haber encontrado toda la verdad en un latido.
¿Qué puedo hacer? Nada. Soy un simple espectador. Me quedaré en silencio, en reposo, en una mirada melancólica y un susurro insignificante. Me quedaré en los comentarios imaginarios y en un beso imposible. Seguiré quieto, descubriendo el infinito universo, cada lugar, cada vida, una y otra vez de forma repentina. Descubriendo lo que siempre he buscado. Me quedaré así, todo para mí.
Porque si lo comparto contigo, lo pierdo. No quiero, por favor.
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