Todo lo que poseo

Hoy tengo 28 años. Y muchas más carencias que posesiones. Poseo carencia. Poseo vacío. Cuando era pequeña poseía un libro con adivinanzas. Me gustaba una en particular que la gente mayor (de doce para arriba era gente mayor) tardaba, o directamente no llegaba, en acertar. Era algo como: “Cuanto más hay, menos pesa” y ellos siempre lo intentaban con “aire” o cosas parecidas. Pero yo les decía: “el aire pesa”, lo que es cierto y hasta yo con seis años lo sabía. Y no sé si fingían no saber la respuesta o no la sabían de verdad. A veces, los recuerdos son así. En tu mente infantil crees en algo como en una certeza absoluta y años más tarde descubres que todo era una especie de engaño colectivo. Hay recuerdos de momentos más trascendentales y puedes resolver la duda. Claro que no era Papa Noel, era tu tío con una barba. Tiene sentido. Pero no tengo cómo averiguar si la gente fingía cuando contestaba a ese acertijo porque es un recuerdo que sólo tengo yo. Es una de esas cosas poco trascendentales que nunca olvidas. Nadie respondía bien a la primera. Y todos decían “¡claaaro!” cuando les daba la respuesta para terminar con tanta incertidumbre.

— Los agujeros — decía yo — . Cuantos más agujeros, menos peso.

Ahora creo que el aire pesa menos que los agujeros.