Se impone, intimida.
Me observan con recelo,
como quien reconoce en otro
la misma espera.
Hay una quietud fingida,
de quien se atrasa a propósito
para no llegar nunca.
Solo queda eso:
esperar.
<<Ya vendrán las palabras>>,
susurra la página vacía.
La tinta se esconde,
se niega a ser invocada.
Apoyo la cabeza
sobre este muro de libros
que también esperan.
Paciencia,
repiten las voces impresas.
Yo busco, reviso,
y nada encuentro.
No hay espacio.
No hago espacio.
Ellos saben.
Lo intuyen.
Que todo es
espera.
Y que a veces,
la espera no es más que un modo
de quedarse quieto
cuando el cuerpo ya no cabe
en sí mismo.
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