En mi familia me enseñaron a perdonar rápido. Después de lanzarse cosas es posible volver a sentarse y hacer alguna bromita. Ese es nuestro estilo. Somos de sangre espesa y lengua afilada.
Del mismo modo, yo fui capaz de perdonar al mundo entero. Ahora, voy haciéndome más grande y me va costando un poco más. Las cosas se quedan en el cuerpo, más dentro, se me empapan las pestañas con deseos feos, ahora las traiciones se pagan caras.
Sin perdón, no hay ascensión. Dicen los creyentes. Yo prefiero ser más simple, sin perdón, no hay tranquilidad. Y eso implica abrazar todas las manías de tu madre. Todas y cada una. Hasta las que más rabia te dan.
Yo también estoy esperando a que alguien me perdone, en el fondo es lo que buscamos todos.
Perdono porque mi futuro solo me pertenece a mi.
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