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TODAS LAS HERIDAS SON DEL TIEMPO

Jan 11, 2025

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Cuando su cuerpo se enfriaba una tarde de lluvia y tristeza, no encontré paz, no encontré consuelo, no encontré amor, no lo encontré a él nunca más.

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Una eternidad incalculable, pausas de un tiempo sin temor, un impalpable escalofrío.

Acompañante inesperado a la puerta de lo fatal, cuestionando su vida y sus ratos de ocio, un cáncer provocando abismos insalvables.

(Interminables)

Papá nunca fue un superhéroe, pero sabía cómo hacerse fuerte, como cuando se cortó la mano con la amoladora y mostraba su cicatriz como una herida de guerra y otro tanto de torpeza.

Lamentablemente nunca pudo mostrar ni sanar sus heridas interiores, lo agobiaba la soledad y la tristeza de nunca haber podido sacar a flote su mejor versión.

De tanto vivir escondido se olvidó de ser feliz, de tanto vivir entre la humedad, sus cicatrices no dejaban de doler.

¿Cuánto tiempo perdemos por vivir una realidad que no nos deja creer/crecer?

Fue curioso ver su sonrisa iluminada hasta el último de sus días, uno creería que estando tan mal y sabiendo de sus pocas posibilidades, sonreír sería lo último en su lista.

Después de todo, nunca quiso dejar de ser fuerte.

Esa fue la herida más profunda que parecía que nunca iba a sanar, esa que me dolió hasta en los huesos.

El tiempo pasaba lento, mi enojo crecía y la oscuridad era mi amiga cuando llorar por las noches se volvía un deporte.

Quizás no era el tiempo lo que importaba, nunca me gustaron los relojes, mucho menos desde que acortaron su presencia.

Quizás solo eran vestigios de algún domingo lluvioso, cómo aquel que lo vió partir regalandole un último suspiro o su metódica forma de volvernos vulnerables ante los lamentos de un corazón agrietado.

Tal vez las heridas sangran más con tanta humedad y solo duelan como un recuerdo efímero.

Aunque papá nunca fue el hombre que yo esperaba, de hecho, creo que ni siquiera era el hombre que él mismo esperaba, nunca imaginé que se iría tan pronto, recordar el 10 de cada mes, con dolor y angustia me consumió casi por completo, fueron meses extremadamente largos.

Las agujas del reloj dejaron de moverse, él murió esa noche que sin saberlo, bailamos por última vez.

Él murió esa noche, que sin saberlo nos abrazamos por última vez.

Sin comprenderlo, se hizo espíritu, desde entonces espero volver a verlo algún día, todavía guardo los rasgos que construyen entre palabras sus risas.

Carcajadas y mates intermediarios de charlas interminables con un cielo despejado recordando las mejores tardes al sol.

Después, llegaron los días de ausencias.

¿En qué silencio se esconden aquellas canciones que te traen a mi?

¿A quien esperar en las tardes de sol?

¿Dónde se habrán ido aquellos domingos de unión entre familia?

¿A quién dirigirme con un chiste de salón?

¿De quién esperaré una respuesta a tanto caos?

¿Dónde habrán quedado las sonrisas que no se clavaron en mi cien?

¿Dónde dormirán las palabras que vibraban ante su persona?

¿Que contestar cuando las incógnitas sean sobre él?

¿Qué hacer con los poemas dirigidos a su recuerdo?

¿Donde germinará esta vez su esencia?

¿En qué rincón vivirán sus risas?

¿Quién responderá ahora todas estas incógnitas?

Si solamente él, que ya no está, sabría qué decir.

Cuando su cuerpo se enfriaba una tarde de lluvia y tristeza en aquel domingo, no encontré paz, no encontré consuelo, no encontré amor, no lo encontré a él nunca más. Mamá se hizo fuerte ante el llanto ajeno y se volvió frágil en mi hombro. El silencio inundó cada una de las habitaciones y el comedor, dónde antes solía escucharse música, estaba en completo silencio, así se mantuvo durante meses, supongo que esa fue nuestra forma de marcar un quiebre emocional, ya nada volvería a ser como antes.

Logré escuchar su voz a la distancia, nombrando el silencio que precede al desconcierto.

Así, como esa noche se paraba el mundo con un silencio ensordecedor, me quedé sin su abrazo y sintiendo más que nunca cuánto me amó.

Vestigios del pasado. El dolor vino después, resguardando los restos de lo que nunca descubrirá el saber y lo que nunca más volverá a sentir el alma.

Un día escuchando su canción, la sonrisa se dibujó y el llanto desapareció, los domingos ya no dolían tanto, dejé de esperarlo cada tarde mirando fijamente la puerta y seguí, fue instantáneo, no lo esperaba, sé que la herida sigue ahí, pero ya no sangra, la oscuridad se disipó y la luz del sol me rescató.

¿Será que todas las heridas son del tiempo?

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"Qué solos se quedan los muertos, si no reaccionamos de forma poética."

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Manu Barreto

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