Tiré mis pertenencias al mar
en una fiebre de libertad de lo material.
Me arrepentí.
Corrí en contra de las olas
y fracasé rotundamente,
me dieron vuelta y al romper me rompieron.
Habré girado unas trece veces
hasta sentir que ya no giraba
sino que fluía.
Se había convertido en una forma de ser;
formarse y romperse
no como obstáculo sino más bien
como el orden natural.
Me había convertido en una más
de las infinitas olas del mar.
Indistinguible del resto,
vi mi antiguo cuerpo tirado en la orilla
y quise para él la misma liberación
que el mar me dió,
así lo creían mis nuevos hermanos
(las olas.)
Atacamos.
Subimos la marea,
lo arrastramos al agua
y lo ahogamos.
Amanecí al día siguiente
muerto
en una playa al otro lado del mar
con mis cosas esparcidas a mi alrededor,
entre ellas un breve texto
que ojalá sirva de consuelo
a algún familiar confundido.
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