Tigre en las nubes

Este año sentí que crecí.

No por los exámenes aprobados ni por las horas de estudio, sino por todo lo que tuve que sostener mientras seguía respirando.

Dicen que los tigres son fuerza, pero nadie habla de cuando esa fuerza se vuelve silencio.

Cuando rugir sería fácil, y en cambio una elige quedarse quieta, mirando el cielo, tratando de entender por qué la vida sigue aunque falte alguien.

Aprobé todas las materias.

Lo escribo y suena lindo, pero adentro no se siente así.

Hay un eco en cada logro, una ausencia que a veces pesa más que el orgullo.

Y sin embargo… sigo.

Entre libros, apuntes y recuerdos, descubrí que también eso es crecer: aprender a celebrar con lágrimas en los ojos.

Hoy me veo como un tigre en las nubes.

No porque haya vencido, sino porque sigo buscando un lugar donde descansar sin perder mi fuego.

Un lugar donde lo que duele y lo que brilla puedan convivir.

A veces pienso que crecer es como aprender a caminar sobre el aire. No se trata de no caer, sino de confiar en que el viento va a sostenerte, aunque no lo veas.

Este año me enseñó eso.

A sostener la calma cuando el corazón tiembla, a seguir estudiando cuando la mente se llena de recuerdos, a entender que el dolor también puede ser una maestra silenciosa.

Hay días en los que miro al cielo y me pregunto si me estará mirando también.

Si verá cómo sigo, cómo intento honrar todo lo que me enseñó con cada paso que doy.

Y me gusta pensar que sí.

Que en alguna forma que no entiendo, su presencia me acompaña, suave, como bruma.

Hoy no festejo con gritos ni fotos.

Festejo en silencio, agradeciendo haber llegado hasta acá,

aunque duela, aunque falte.

Porque estar ya es una forma de triunfo. Porque el amor no se va, solo cambia de lugar.

Y si el cielo me mira, quiero que vea que sigo intentando.

Que este tigre, entre las nubes, todavía tiene ganas de soñar.