a pesar de lo terrible,
he seguido creyendo en la existencia de aquello
que muchos pasan
una vida entera buscando.
como si fuese una necesidad,
he subsistido a corazón abierto
sosteniéndome en mi ciega fe.
impulsada por la desesperación,
la inquietud,
la terquedad,
la gula,
he buscado sin césar
a aquel que mantendrá encendido
el fuego de mi interior
y será mi refugio hasta el final.
al elegir mi corazón,
pareciese que Dios olvidó que hasta los poetas deben descansar.
el dolor derrama la tinta,
pero el corazón humano sólo se rompe hasta que uno lo permita.
cansada de las consecuencias que conlleva una existencia guiada por la fe,
hoy alzo una bandera blanca
ante quien decida el destino de mi vida.
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