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Tic Tac

aylu#110

Oct 4, 2024

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Tic Tac
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La muerte me acecha todo el tiempo. No es algo que pueda ver o escuchar, pero la siento, como una presencia inquebrantable, un susurro constante que nunca se aleja. Está en cada rincón, en cada sombra que se alarga, en los gestos que se marchitan, en las despedidas que no esperaba dar. Es una compañera silenciosa, siempre cercana, siempre vigilante, esperando su turno para hacerme suya. No viene con apuro, no se tira encima mio, se toma su tiempo, me arranca pedazos, de a poco, como si quisiera que sintiera cada pérdida con plena conciencia.

Primero se lleva lo externo, lo que creía seguro y permanente. Se roba momentos, amigos, seres queridos, mascotas. Desaparecen, uno tras otro, y me voy quedando sola en un mundo que parece cada vez más vacío. Cada perdida es una advertencia, cada lágrima una promesa de que también me va a llegar el día. La muerte me avisa, me enseña que su poder está en lo inevitable, en lo que no puedo controlar. No importa cuánto trate de resistirme o qué tanto me aferre, siempre se va a llevar lo que amo, lo que soy.

A veces pienso en los días que se escurren entre mis manos, en los recuerdos que se desvanecen como niebla. Esos recuerdos que alguna vez parecieron tan nítidos, tan vivos, ahora solo son fantasmas de lo que fue. La muerte trabaja ahí también, desdibujando los contornos de mi memoria, erosionando lo que alguna vez pense que duraría para siempre. Las risas de antes se convierten en ecos, las voces se disuelven en el aire. Y entonces, sé que la muerte no solo viene por mi cuerpo, viene por mi mente, por todo lo que me hace ser yo. Me está despojando poco a poco, y ni siquiera me doy cuenta del todo hasta que ya es demasiado tarde.

A veces la siento en mi propio cuerpo. En el temblor imperceptible de mis manos, en el cansancio que se acumula, en las noches que parecen más largas, en los días que me pesan. Mi cuerpo es el campo de batalla, y aunque trato de ignorarlo, sé que la muerte está ahí, trabajando lenta pero inexorablemente. Me arrebata la fuerza, la juventud, me recuerda que no soy eterna, que mi tiempo es limitado. Siento su cercanía en el dolor de las articulaciones, en los suspiros que ya no son tan ligeros, en las heridas que tardan más en sanar.

Y sin embargo, no le tengo miedo. No es el miedo lo que me invade cuando pienso en ella, es algo más profundo, más resignado. Es como si desde el principio hubiera sabido que esto iba a pasar, que esta sombra que me acompaña era parte de mí desde el primer respiro. ¿Cómo temer a algo tan íntimo, tan inseparable de la vida misma? La muerte no es un extraño, es una vieja conocida, una promesa que siempre estuvo ahi, esperando en silencio.

aylu

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