The Touch

Como el infinito universo, la oscuridad me hace notar que tu presencia aún permanece demasiado distante.

El tiempo lucha por avanzar, pero la melodía de los segundos moviliza las ansias de poder sentir el aroma de tu perfume.

Y así el tiempo parece que en un eterno y lento tictac quedaría congelado en las 3:20.

De la oscuridad sólo demoníacas y tortuosas imágenes en sombra carmesí me muestran que podría inmortalizar tu ser si tan sólo pudiera sentir tu piel erizarse en suaves carreras entre tu piel y la mía.

En esta lucha por quitarte de mi cabeza, sólo puedo pensar en que ni toda el agua del mundo podría saciar la sed que siento cuando brilla la curva centelleante de tu sonrisa en la oscuridad.

Esa que conoce lo que provoca el deslice de tu mano por mi cintura; con firmeza a tu cuerpo la acercas, sabiendo que en un movimiento me tenés en jaque, rendida.

Sólo una caricia más bastará para que el control de mi cuerpo salga huyendo ante la personalidad que de mí se apodera. Con la total seguridad de no abandonarme a menos que tu voz tiemble, rompiendo el silencio luego del caos.

Las imágenes de tus labios acercándose a mí para susurrar un anhelo que se ahoga en el toque de tus labios en mi mejilla, antes de alejarnos a distancia del placer sólo para vernos a los ojos, siguen apareciendo y esfumandose dejándome en la condena del deseo.

¡Dulce tortura!

Aquella gruesa voz que en poéticos halagos acaricia a la distancia, haciendo que el voltaje de dolor y placer me hunda en la vibrante sensación de ambigüedad.

Al igual que una fuerte bebida, podés quemar y excitar mis papilas, dejándome con la adicción de desearte a todas horas.

Así es como tu toque puede dejar una quemadura que arde hasta encender un corazón de duro carbón, sediento por tu lejano, dulce y apasionado calor.