the first of the gang to die

Cuando llega el 7 de diciembre solamente pienso en la canción de Morrisey. No creí que él iba a ser el primero en irse, por más que Mariano, mientras él se iba alejando con otros amigos, haya dicho que ese pibe iba a terminar mal.

Corríamos, agitados. Las mochilas cantaban agudamente y rechinaban mientras los aerosoles se golpeaban entre sí. Las respiraciones se entrecortaban entre risas y adrenalina. Nos sentíamos como los héroes que jamás fuimos, los perdedores que lo tenían ganado todo. Éramos libres y capaces de gobernar el mundo. Entre besos y drogas, tanta inocencia disfrazada de rebeldía.

Tus ojos parecían reír todo el tiempo y tenías una compasión que me da impotencia no poder volver a sentir en tu voz. Defendías con tu voz, defendías con tus garabatos en las paredes. Tanto amor para darte, tanto amor que dabas. Tanta música que suena a vos y tantos recuerdos encarnados en canción. Me defendiste cuando entre amigos hacían burlas de mí y yo los puteaba. Bromas de Ricky Espinosa, Nirvana de fondo. Olor a humedad de la escalera de madera en nuestro lugar secreto de la asquerosa secundaria abandonada.

Te recuerdo cada 7 de diciembre, recuerdo tus rulos y tu yeso. Recuerdo tu caos, tu desvelo. Recuerdo la última vez que nos vimos, antes de que yo pudiera rendir matemática y vos, que la llevaste a marzo y al infinito. Y probablemente me odies por ponerle a esto como título la canción de Morrisey. Pero mi recuerdo es la forma más sincera de amor que puedo darte en mi memoria.