Dejó que el vagón pasara de largo, se bajaría más adelante, la inercia de no tener que hacer lo dejó dentro de la ensalada de palabras que producían los otros pasajeros. No se puede creer todo lo que uno escucha de los sueltos en el subte. Conviene lavarse la cabeza sólo con acondicionador
revisale los mensajes
al final se lo pagué pero no le compro más
no me gustó como me tocó no me importa si es médico
ahora nadie quiere estudiar más
sal le pongo
ella me dijo ayer que me quería no entiendo nada rodeados de inútiles otra vez tengo hongos
ojalá lo despidan para que vea
a veces toma de más
ravioles te dije.
Pensaba que con eso se podía uno hacer a la idea de toda una comunidad ¿sería mucho?
Él hablaba lo imprescindible. Creía que la gente que lo rodeaba ejercía la estupidez como luciéndola, regodeándose, con el placer de quien se pone crema en la piel. Escupiendo las palabras a medio masticar, dejando ver la saliva junto con su coeficiente.
No era por eso que tenía ese oficio, simplemente le gustaba, antes de matarlos les decía:” si me decís algo que valga la pena escuchar te dejo ir” uno pensaría que en esos momentos la gente se esfuerza, se exige al máximo, y ni así…ni siquiera así.

Patricia B. Andres
Soy chinchuda, negativista, veo el lado negativo de lo que se te ocurra, no creo en casi nada. Ecléctica (o quizá sólo tengo mal gusto).
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