Ha muerto quien jamás estuvo. Ha muerto un pecador, un severo y terrible pecador. ¿Soy digno de decir tal cosa si yo mismo he cometido un pecado? Pues sí, me doy permiso: mi pecado es autoinflingido, el de él dio en un blanco ajeno, le llenó de sangre y trauma.
El olvido no es más que una condición, una casualidad en esencia. Aquella persona ha muerto y no ha pasado mucho tiempo en el que intentasen comunicarme para dar mi pésame. ¿Puedo hacerlo si el corazón se niega? ¿Puedo hacerlo considerando que estuve a punto de morir y nunca recibí de ellos un posible pésame? No hablo de venganza, sólo respeto aquella distancia... la cual convenientemente se me pide romper.
Supongo que lo mejor que puedo ofrecer en este caso, es el olvido.
Absentia.
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