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    Tentenelaire

    Aug 27, 2024

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    Tentenelaire
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    Siento la grava gruesa, los guijarros puntiagudos que comban las suelas de mis zapatillas mientras camino. En ninguno de mis pasos logro apoyar el pie plano: los tobillos se resienten y transcurre tiempo y kilómetros. Seduce mi mente la idea del tábano; el zumbido reiterado atraído por el sudor que emana de mis sienes, de mi frente, de mis brazos, de mis dedos hinchados. Reverbera el horizonte de accidentes y geografía; reverbera también la línea misma que separa el cielo de la tierra abandonando la geometría, volviéndose vaporosa. 

    El gore-tex no es impermeable a la idea del tábano: exuda inversa la acidez, el vapor de lluvia no caída prolifera entre las ranas que saludan al sol con sus panzas muertas, con sus ojos tierra y polvo. Pero mis pasos siguen su camino siempre torciendo tobillos, siempre transcurriendo tiempo y kilómetros mientras acaricio con la mano el muro, recorro sus vetas sin sentirlas demasiado aunque sé que entre la uña y el dedo se junta la gravilla, el eco de la estría que rasga la montaña que me acompaña en un zigzag sin geometría, que guía la sombra impertinente que proyecta mi cuerpo en una burla. Un chaparrón

    de tábanos muertos

    empapa de oscuridad

    previene el sueño 

    pero no incentiva la vigilia

    sólo queda el sudor en las axilas

    los pelos del hambre

    ensortijados

    apretando la boca del estómago

    sin permear  

    sin llegar a la fina capa de gore-tex que me recubre todavía. Y ya es día otra vez y sin la guía de las grietas va mi sombra angostada marcándole el ritmo a los pasos que tuercen kilómetros y guijarros. -Es trágico el destino de quien accidenta geografías- dice el tábano mientras se deja llevar por una corriente vaporosa de horizontes y de nuevo la sal del aire me inunda la boca y la nariz y esta vez el muro no es consuelo por la lluvia no caída. Atrás quedaron las ranas y sus panzas secas, atrás la harina del alba. Es el sol y el pleno día y cada paso una patada que no me acerca ni al horizonte ni al esguince. Tentenelaire dice ahora, así, como si fuera una sola cosa lo dice, así, negando con su solapalabra la gravilla de mis uñas, permeando el gore-tex que trepa las rodillas.

    La noche esteparia azula ya en la divisoria. No hay poesía entre los juncos, no hay camino y no hay más muro. Las estrías de la montaña se fueron volviendo rasgaduras: grietas de abismo ensortijadas, engañando mis pasos, torciendo tobillos. Transcurre tiempo y kilómetros: bifurcados y simultáneos. ¿Es cada divisoria un corte en la constante? En todo caso no se divide el cero ni se replica la nada: lo único constante es un paso seguido de otro paso. El gore-tex rasgado muestra estrías en mis piernas.

    Sangra arena mi rodilla

    el esguince y su esplendor

    beso la estepa sin amor

    cala hondo la gravilla.

    Sólo transcurre el tiempo, ya no hay kilómetros. Se seca el gore-tex y se aleja. Mi muda de piel -ahora inútil-, ensortijada en el viento y en los juncos. El mediodía hace vapor lo que me queda de humedad: saludo al sol con la panza muerta. Seduce mi mente la idea del tábano: 

    esta vez 

    sólo es zumbido.

    Nictálope

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