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    Tengo una cantidad absurda de cuadernos

    Abr 9, 2024

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    Tengo una cantidad absurda de cuadernos
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    Tengo una cantidad absurda de cuadernos desparramados por varias partes de mi cuarto. Cada uno fue comprado para un fin y en distintos viajes, o lugares, pero ninguno cumple exactamente su "función".

    Tengo muchas libretas de tapa blanda con anotaciones random. Son libretas chiquitas y medianas, hechas de distintos materiales. Las guardo en mochilas, adentro de algunos libros, cartucheras, en la biblioteca, en cajas, en cajitas.

    En mi primer viaje al sur me compré un cuaderno artesanal en una plaza. Lo guardé como una bitácora de viajes, y cumplió su función dos veces, hasta que un día escribí sobre un viaje triste que hice sola a Córdoba. Lo teñí de azul con mis lágrimas y lo guardé.

    Otra vez elegí un cuaderno colorido para escribir los recuerdos alegres, pero me di cuenta que dejó de cumplir su propósito cuando, sin darme cuenta, empecé a escribir mis penas. Para entonces ya tenía escrito dos recuerdos felices en tres meses y seis tragedias en una semana.

    El año pasado me compré una Totebag que vino con un cuaderno de regalo que se titulaba “Harta”. Me pareció cómico y cotidiano. Digo, es una palabra que uso todos los días, es parte de mi vocabulario. Así que lo elegí como mi herramienta de journaling. Pero lo abandoné.

    No fue mi primer journaling. Antes de ese tuve uno dorado, glamoroso, con brillos, nada que ver a mi. Lo hice una vez que estaba practicando la encuadernación de costura francesa y no me gustó, entonces me lo quedé. Casi que lo terminé, pero cuando llegó el “Harta” lo desplacé, porque empezar algo nuevo me emociona mucho.

    Ahora tengo un cuaderno de costura copta que, en realidad, estaba a la venta, pero me gustó tanto que lo mezquiné y me lo quedé. Es de Van Gogh y le designé dos propósitos: por un lado, la mitad del cuaderno, está destinada a ser mi espacio para tomar notas de las lecturas que voy haciendo en el año (no sé si me va a alcanzar con medio cuaderno), y, por otro lado, la otra mitad está destinada al taller de poesía que estoy asistiendo.

    No crean que esto es una característica de una persona caótica. Por el contrario, soy bastante organizada, pero no con los cuadernos. No puedo destinarles un fin, siento que los estoy condenando a no ser y al mismo tiempo me condeno a mi a no crear lo que tenga ganas de crear. Porque si no tengo a mano mi cuaderno de “tragedias” no puedo escribir lo que me está pasando en un momento caótico, o si no tengo a mano mi cuaderno de “alegrías” me privo de dejar por escrito un recuerdo feliz que tal vez pronto vaya a olvidar. Tampoco puedo ir por la vida cargando con tantos cuadernos.

    No me importa. Quiero coleccionarlos, y cuando me muera y las personas que me quieran les de curiosidad leerlos, se rían y no entiendan por qué en la primera página recito un poema de amor a la vida y en la otra manifiesto mis ganas de no existir.

    Ivana Franco

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