Como todas las mañanas me preparo un mate cocido, me acostumbré a tomarlo amargo, a sentir el sabor pleno de la yerba, pero me regalaron un tarro de miel, así que, ¿por qué no?
Hace tiempo aprendí a acostumbrarme a pretender que estoy enamorada de la vida, o más bien la idea de vivir. Finjo que las puntas filosas que yacen en el secaplatos no están ahí, que no sé cómo se sienten, y sigo caminando.
Es este preciso instante, en el que estoy sola con mi cuerpo y mis ideas que me doy cuenta de la verdad: he aprendido a amar, pero no a amarme y es algo que ni la voluntad de Dios podría cambiar.
Los años que han pasado se sienten como un sueño, he acumulado cicatrices como prueba de que estoy acá, de que permanezco entre los demás.
Fingir que todo está bien y caminar entre el tumulto de la gente en plena hora pico se siente como estar pagando por alguno de los pecados que he cometido, y realmente no recuerdo cuáles son, fueron tantos que perdí la cuenta, o realmente no hay nada y finjo que tengo que pagar por esto que se sembró dentro mío.
Me miro al espejo y no hay nada. Pero miento, sí lo hay, hay un reflejo lánguido que solamente tiene para ofrecer un corazón frío y lastimado. Soy simplemente esto y siempre lo seré.
Algunos días no existo y mi cama se convierte en un ataúd. Me he convertido en una adicta a la soledad y la desesperación. Al no sentir nada más que una tristeza desoladora y agonizante, más fuerte que cualquier otro néctar jamás probado, está aquí, en mi subconsciente, diciéndome que es mi destino.
Tengo miedo de que si me abro no dejaré de derramar todo esto que creé. (¿Por qué tengo miedo de convertirme en un río? Si me han alimentado de estrepitosas tormentas). Por ser solamente esto he perdido muchas personas y me he alejado de otras para no incomodar.
Convertí mi piel en un caparazón incapaz de romperse. Todavía tengo fotos de amigos en la pared, pero ya no somos amigos. Dejé escapar esta amargura en algún momento, llevándose consigo aquella devoción que alguna vez sintieron.
Hubo un tiempo en el que ingenuamente le permití a mi corazón ser libre y mientras dejaba que siembren en él ciertas ideas que no compartía, crecieron con espinas en lugar de flores.
Aunque no parezca, aunque nunca dije nada, el separarme de mis afectos me afectó y me seguirá afectando. Aún mantengo a salvo sus secretos, por las dudas, y escribí una vez un poema sobre eso, luego lo tiré a la basura, porque no sé si es lo que necesito ahora: palabras dedicadas a las personas que nunca dedicarán una sola cosa para mí. Tal vez estoy rompiendo mi promesa ahora. Las palabras brotan antes en mi teclado que en mi cabeza.
A raíz de aquello, comencé a trazar una línea invisible entre otras personas y yo. No importa con quién estuviera tratando. Mantuve una distancia determinada, monitoreando cuidadosamente la actitud de la gente para que no se acercaran demás.
Un jueves con los astros de por medio, mi mundo se partió en dos. Alguien atravesó mi corazón y no con intenciones de matarlo.Yo no sé qué pasó, pero de repente me vi parada frente a un puente que me unía a alguien más.
Él habla y me mira con un brillo en sus ojos que no entiendo, le busco un por qué a todo y él no sabe dármelos. Es un simple humano como yo, con sus defectos y miedos. Atraviesa esta línea imaginaria y me besa. Me besa y me olvido del dolor que me causa no poder ser alguien hecho para ser amado.
Él trata de desarmar los nudos, ayudándome a dejar el pasado atrás, aquel pasado que una vez llamé hogar.
Me da miedo, me aterra cada paso que doy, y es que, ¿quién sería capaz de aguantar todo esto? Todo esto que traigo a cuestas, todas estas marcas que dejó un pasado borroso por la nicotina. Pero está bien, me dice, y esas puntas filosas que yacían sobre la mesada ya no están ahí, ya no las anhelo como hacía antes.
¿Es el amor lo suficientemente poderoso para transformar tanto dolor en un lugar cálido? Sus manos se posan sobre mí y se siente como un rayito de sol en la mañana fresca de otoño. Quiero quedarme arropada entre sus brazos para siempre, pegajosa como la miel que empecé a usar.
Sus palabras me sanan, sus palabras me cuidan. Cada caricia es más profunda que la anterior, cierro los ojos y me dejo llevar. Me da miedo quererle tanto y le muestro un cachito de mis defectos para ahuyentarlo. Pero está bien, me dice.
Descubro una madrugada que en realidad estoy repleta de amor. Y es tanto que cierro las ventanas creyendo que se escaparía junto al viento. Está bien. Tengo tanto amor entre mis manos. Está bien. No sé dónde ponerlo. Está bien. No quiero que desaparezca. Está bien.
Está bien, lo voy a decir: quiero ser amada, aunque tenga que soportar el dolor. Tengo todo esto para dar sin esperar nada a cambio. Quiero entregarle este amor en bandeja de plata, porque a fin de cuentas es lo único que va a sobrevivir en este mundo que es todo áspero, en este mundo que es cruel y efímero. El amor existe para olvidarnos no todo está bien a veces.
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