Fue una tarde cualquiera, pero en mi pecho, el mundo temblaba. Te pedí hablar, con voz sincera, y en un rincón de nuestro lugar, mi corazón se desarmaba.
Las palabras pesaban, pero el amor las empujaba. Los nervios sobresalían y las lágrimas caían, no supe decir “te amo” aún, así que te dije: te quiero, pero más.
Tus ojos, tu sonrisa y tu voz me abrazaron el corazón. Y tú, valiente y segura, me dijiste que también me amabas, primero.
Me diste una oportunidad, de esas que valen el universo. Desde entonces, han pasado días, pero parecen sueños vivos. Me siento tan feliz contigo, aunque estés lejos, y yo, contando los latidos.
Te extraño sin tristeza, porque sé que hay certeza y te pienso cada día, esperando que regreses a mí toda la vida.
-S.R
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