¿Te quedarás hasta el amanecer?

Desearía esconderme donde nadie me encuentre, en algún rincón olvidado del pantano, puede ser que la naturaleza tome fuerza de mis huesos gastados, de mis lágrimas nuevas flores podrán florecer, y quizás así, solo así, finalmente sea admirada además de cuidada. Me pregunto si seré un mito de boca en boca o algún desconocido, podría narrar mi historia en una libreta usada, qué seré, qué fui, qué soy. Quizás solo un retoño que tomará sitio en un jardín de una abuelita, una peonía que cuide con amor hasta decirle a las vecinas.

Solo lo que quería era una pizca de amor, ternura y suavidad entre pétalos arrancados de raíz, ¿Acaso es mucho pedir? Susurran mis agrietados labios bajo la luz de la luna, la única testigo del dolor que azota mi corazón en esta penumbra. pedazos trizan mis muslos, la sangre gotea junto al ardor de un nuevo dolor, la muñequita de porcelana es rota contra el suelo, a duras penas encuentra los pedacitos faltantes que pega con lágrimas saladas. Se deja caer sobre la fina tela de musgo, se pierde ahí donde las hormigas buscan su néctar, azucarado sobre su abdomen hasta sus mejillas, esas que aún mantienen su color rojizo. Ahí yace, lo que una vez fue, lo que una vez quiso y deseó hasta el último latido de su corazón tembloroso, mas aquella suave sinfonía se detiene dejando que sea una con el bosque, ese que finalmente la acoge, la guarda, la esconde con recelo de los turistas que quieren robar las gemas de sus ojos sin brillo, sin mirada que llegue al alba.

¿Al final quién escogería a la muñeca trizada? Al alma que con intensidad desea demostrar lo que habita, lo que se esconde bajo su mirada. Preguntas sin respuesta, dudas entre lágrimas de mejillas de fresa.