El brazo apoyado sobre la mesa y su mano en la mejilla sosteníendo su cabeza como si sola, no pudiera.
Ella entiende que no, al menos por ahora.
Su cabello oscuro, largo, enmarañado ha quedado aprisionado entre lo que intenta ser su cordura y su postura.
Era habitual en ella forzar su atención, era usual perderla ante algún estímulo visual, si no ocurriera acá, sería casi un hecho anormal.
Es que toda la tensión estaba en su mirada, abandonando a su suerte todo lo que acompañara.
Por supuesto nada de esto era consciente, apenas si alcanzaba a ser un incidente.
Lo que sucedía es que mientras él hablaba -ajeno a lo que pasaba- ella, solo evitaba que algo de todo aquel caos se reflejara.
Después de todo, ella solo lo miraba, mientras él, le hablaba.
Otras en cambio la mirada puede ser algo fugaz, apenas al pasar.

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