te extraño y me entristece.

El odio nace de la carencia, buscan llenar algo con fuego qué destruye, dañando lo sano alrededor de la herida, matando todo lo que podría sanarlo.

¿Es real este daño que nos hacemos?,

¿Es siquiera minimamente necesario?

He pensado en aquello y creo que nada tiene sentido, tus palabras enredadas no hilan a nada, tus comentarios inconclusos hacen que se vea amenazada mi vulnerabilidad y tus acciones me ruegan por tener mi atención que imploras por ya no querer.

Pero ya la perdiste, o eso trato de decirme cada día. Mi vida se ha vuelvo más pacífica al igual que caótica, vivo en lugares donde habitabamos constantemente y se sienten tan diferentes, como si ya nunca fueran a ser los mismos.

Pero hay otros días donde cada uno de esos lugares parece más hermoso que el día anterior, las hojas de árboles caídas en la subida al mirador se esparcieron por doquier gracias al viento y se formaban charcos de hojas secas humedeciendose con en frío del rocío nocturno.

No puedo dejar de pensar en ti, en lo que hice, en lo que nos hicimos. ¿Es amar realmente así de doloroso?

Dijiste que el amor dolía pero realmente creo que solo el nuestro duele, ese amor que no era perfecto pero tampoco era un caos. Era tranquilidad.

Me sentía tan plena a tu lado, me hacías sentir como una flor envuelta en sal qué alguien con el alma enamorada desea inmortalizar. Amaría que me inmortalices no importa de la forma que sea, quiero que me lleves contigo siempre por que en cada exhalación que sale mi boca los recuerdos de nuestro suave amor vienen a mi mente y me entristece.

Me entristece que nuestra única debilidad haya sido amarnos tanto, que inconscientemente terminó aurrinandonos.