Mi pecho te evoca cuando le crece un agujero y siente vacío. La huella de tus manos me recorre la cintura y es cuando el cariño que murió en tus brazos revive en la tristeza.
No sé qué siento porque estás siempre conmigo, tu fantasma me roba el aire y creo que me rindo. He peleado en la guerra desde el momento en el que me encerraste con la ansiedad que provocaste y la ira se apaga entre el cansancio. Conozco la verdad: escapaste de la culpa acusándome de perder la razón y elogiando mi imaginación; pero no es suficiente para que siga luchando por que se haga justicia.
No quiero rendirme, ni regalarte la razón. Sin embargo, creo que me muero cada día que pasa, que me incendio en el fuego de la desesperacion y con el último suspiro de mi corazón: te digo adiós.
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