Cualquier lugar se transforma en hogar
cuando tu risa impregna el aire,
como si fueras el sol reflejándose
en la piel de una ciudad dormida,
despertándola con raíces vibrantes y nuevas.
Cualquier rincón antes inimaginable
se vuelve real si tu figura lo habita,
quieta o en movimiento,
quedando impresa como una instantánea,
bañada en un tono esmeralda sutil.
Sobre la piel, sobre el mármol,
sobre el cielo o sobre la tierra.
Quizás todo lo que alguna vez se creyó vacío
comienza a dudar de su propia soledad cuando llegas
y simplemente te entregas a sentir___mirar,
con esa facilidad tuya para suavizar
las asperezas que amenazan con romper la calma.
Entonces, en la fuerza de tu presencia,
me pierdo en pensamientos y me pregunto:
si el eco de tu voz mantiene tus palabras
suspendidas en un hilo fino y eterno,
quisiera que mis oídos nunca se agoten,
para no perder ni un solo instante
de lo que decidas compartir,
cuando los mundos se disuelvan
en los confines de lo desconocido
y en aquello que aún nos impulsa a avanzar.
Quiero escuchar la huella,
la palabra, la melodía de cómo el mundo
se moldea a tu paso
y se impregna de la intensidad con la que crees,
con la que abrazas, con la que nos sostienes__me sostienes.
Quiero, tanto como anhelo__aguardo__descubro.
Tanto como comprendo y callo.
Tanto como hoy (te) beso.
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