Ojalá nunca se me pase el vértigo
que me provoca tu presencia,
como quien vive en un acantilado
y, aún así, se empeña en mirar abajo.
No quiero estabilidad,
si eso significa no volver a trastabillar con tu voz
ni paz, si implica no escucharte reír cuando el mundo se cae.
Que tu nombre
me siga quedando grande en la garganta.
Que me tiemblen los huesos
cuando invento tu ausencia por unos segundos.
Quiero que tu forma de habitar el silencio
me desordene la piel,
como si fueras el eco de algo que nunca supe que necesitaba.
No deseo acostumbrarme a ti
como uno acostumbra a respirar:
automáticamente, sin notarlo.
Quiero notarte cada día, cada gesto
cada vez que el mundo se pliegue a tu paso,
como una flor que se rinde al sol
sin pedirle permiso.
Guárdame tus restos,
tus manías, tus contradicciones;
esa forma tuya de interrumpirme el miedo
con una mirada.
Yo quiero tus días malos con todo,
y sus bordes filosos,
porque hasta tus sombras tienen el tipo de belleza
que me busca ser entendido.
Ojalá nunca me sienta a salvo contigo, porque, entonces, ya no me darías mariposas sin rutina
y yo no quiero horizontes planos;
quiero tormentas que sepan pronunciar mi nombre
como tú.
Que me arda pensarte, que me cure sangrarte
que la cordura se me escape por los poros
cada vez que estás cerca.
No quiero que el amor se me vuelva hábito,
quiero que me siga costando el aliento.
Y si algún día me extingo,
que sea porque fui demasiado incendio
para mi propio cuerpo
pero jamás demasiado poco para el tuyo.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión