Te amé con tanta furia
que dejé de ser humano.
Ya no sé si respiro o te devoro.
Ya no distingo si mi voz
te llama o te arrastra.
Quise salvarte.
Lo juro.
Pero te abracé tan fuerte
que quebré algo dentro de vos.
Algo que ya no suena.
Algo que antes era música.
Hay amores que iluminan, dicen.
El mío quema.
El mío mancha.
El mío no pide permiso:
entra y se queda.
Se pudre adentro.
Yo no sabía amar despacio.
Solo sabía abrir la boca
y tragarlo todo.
Tus gestos, tu risa,
tu tristeza envuelta en perfume barato.
Te tragué entera.
Y no me alcanzó.
Entonces fui por más.
Tu miedo.
Tu culpa.
Tu noche.
Me las comí como si fueran mías.
¿Te acordás de esa vez que lloraste?
Yo sí.
Fue el momento exacto
en que supe que te había ganado.
Que ya no había vuelta atrás.
El amor, el verdadero,
ese que sangra y deja cicatrices,
no redime.
Contamina.
Te vuelve oscuro.
Te vuelve monstruo.
Y yo soy ese monstruo.
Hecho con retazos tuyos.
Con los pedazos que dejaste tirados
cuando dijiste “me voy”
y yo respondí
con silencio.
Pero un silencio que muerde.
Ahora ya no podés dormir sin soñarme.
Ya no podés tocar sin que te arda.
Estoy en tu saliva.
En el fondo de tu garganta.
En ese rincón sucio que no mostrás.
No me llames.
No hace falta.
Ya estoy.
Siempre estuve.
Como una peste.
Como una promesa que se pudre.
Como un amor
que, de tanto amar,
te convierte
en lo que más temías.

Giovanni Battista Manassero
Escribo para encontrar lo extraordinario en lo cotidiano, entre el absurdo, la nostalgia y el mate bien amargo.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión