La tarde se iba y parecía habitual y cotidiana, la paleta de naranjas y rojizos pintaba el cielo con los tonos del cálido otoño de abril. Me encontré caminando y en un intento de disipar los pensamientos confusos, un murmullo sutil, surgió entre los árboles, era el diablo.
¿Cuántas mentiras te han hecho creer como verdades? Me preguntó con una voz cargada de un misterio seductor.
"Esta vida es un teatro de engaños y desiluciones" me dijo. (Y yo pensaba, ¡es verdad!). Y contemplé el avismo de la existencia, donde la verdad y la falsedad se entrelazan en una danza eterna. ¿Acaso, el infierno es una metáfora de nuestras propias mentiras? Le pregunté, y sin sacarle la mirada de sus ojos, crucé el umbral hacia sus dominios, no con temor, sino con asombro. Y mi deseo de explorar lo desconocido, intrigó aún más al diablo, quién observó con interés mi valentía.
En ese intercambio de miradas, supe, que hay verdades que residen incluso, en los lugares más oscuros. Y comprendí, en ese momento de epifanía, que el infierno yacía en la prisión de nuestros propios miedos, y que al enfrentarlos, nos liberamos de sus cadenas.
En ese umbral del inframundo y el mundo terrenal encontré la paz, al descubrir que el miedo, en última instancia, no existe.
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Leandro
Hola, soy escritor de momentos cotidianos que no muchas personas ven. Soy enfermero universitario, hago cerveza artesanal como hobbie.
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